Había una vez un rengo. Sí, un rengo. Ni manco ni tuerto: rengo. Lo llamaremos Mierda. Hmmmm, tal vez sea demasiado duro. Lo llamaremos sólo R.
R salió un día de su casa. Al llegar a la tercera cuadra de las 11 que caminaba cada día para llegar a su colegio de discapacitados, se dio cuenta de que le faltaba algo. No tenía una pierna. Claro, el día anterior había sucedido lo mismo. Y también hace 48 horas.
En el DiscapaCollege vivió toda una mañana harto instructiva en la que le enseñaron, entre otras cosas, a saltar en una pata y a jugar al Pirata Mala Pata (la mala tenía que ser la buena, lo cual lo confundió y lo hizo perder rápidamente). Su horario concluyó y volvió a casa. Pero cuando estaba cerca (a tres cuadras) se dio cuenta de que le faltaba...
Tras una larga reflexión vespertina, notó que quería cambiar. Añoraba ser normal. No deseaba más compartir sus mañanas con inútiles a los que les faltaba algo. Porque Mierda (perdón, dije que lo llamaría R) se sentía distinto.
Entonces fue a un médico. A otro. Y a otro. Hasta se encontró, sin suerte, con el teniente Dan. Pero una noche sucedió algo que modificaría por siempre su vida.
Eran cerca de la 2 de la mattina cuando la ventana se abrió de par en par hasta que sus marcos impactaron contra la pared. R dormía profundamente. Un viento invadió su habitación de hermoso rengo y las cortinas se despatarraron como si quisieran escapar del palo que las sostenía. R no se despertó. Al menos hasta que algo entró por la ventana y le golpeó la pierna sana. R dio un salto que lo hizo darse coco con coco con el invasor.
-¿Quién eres tú? - dijo R antes de volver a caer acostado.
-¿Por qué desprecias lo que tienes? - primereó el visitante, que portaba capucha.
-Dime quien eres o gritaré.
-Si gritas, pierdes tu última chance.
-¿Mi última chance de qué?
R se avivó. Fuera lo que fuera, la sorpresa lo ayudaría a cambiar. Para bien o para mal (mucho peor, creía él, no se podía estar). Así que decidió escuchar con atención.
-Mira R... Yo sé lo que pasa con cada uno de los habitantes de este mundo. - A esta altura todos imaginamos que se trata de un ángel, de Cristo, del Diablo o de alguno de esos personajes que pueden hacer milagros- Sé lo que sienten todos, lo que les falta. Créeme que hay casos en los que me emociono o me divierto y entonces pongo a disposición mis poderes.
-¿Me ayudarás a caminar con dos piernas?
-Depende...
-¿De qué depende?
-De ti.
(Continuará...)
M.S.
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